Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete… Eclesiastés 7:2
Insisto en decir que puede existir tanta angustia en el día de tu victoria como en el día de tu dolor.
En el día de tu dolor, muchos se van a identificar contigo. Es fácil traer palabras de aliento a alguien que está padeciendo algún tipo de dolor o prueba.
El sentimiento nunca será competitivo, más bien de compadecimiento.
Aun más. Existe un comportamiento inherente en la mayor parte de los seres humanos, que cuando ayudan o se relacionan a alguien que está en dolor, reciben cierto beneficio espiritual. Por lo menos la realización de que a alguien le está yendo peor que a ellos.
En esto no hay conflicto. Más bien una abundancia de buena voluntad.
Los estragos de la abundancia.
Contrario a lo anterior es la relación con aquel que ha hallado favor y está experimentando una victoria.
Siempre he pensado que aquellos que son exitosos en la vida gozan de pocos amigos.
No todo el que está en tu fiesta se goza con tu victoria.
Cuando el arca de Jehová llegó a la ciudad de David, aconteció que Mical hija de Saúl miró desde una ventana, y vio al rey David que saltaba y danzaba delante de Jehová; y le menospreció en su corazón. 2 Samuel 6:16
Mical pudo haber estado celebrando. Después de todo, David había sido su primer amor, y aun más, alguien que honoraba y respetaba la casa de Saúl su padre.
Sin embargo, en el día en que el rey David está celebrando, ahí está ella detrás de una ventana (en secreto, en lo oscuro, como todo aquel que practica envidia y te tiene malos deseos).
Pensamiento: “No todo el que está en tu fiesta se goza con tu victoria”.
¿Quieres saber quiénes son tus amigos? Cuéntales tus victorias y mira sus rostros.
Por eso es que el Sabio tiene mucho cuidado con quien celebra su victoria.
Dice Salomón que: El corazón de los sabios está en la casa del luto; mas el corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría. Eclesiastés 7:4